ESCRITO CON ÓLEO

Noviembre / Diciembre - 2016

MUNDO NUEVO GALLERY ART, BUENOS AIRES, ARGENTINA

EL ADN ESTÁ EN EL ÓLEO

“De lo que no se puede hablar, mejor callar”

Ludwig Wittgenstein, Tractatus lógico-philosophicus

Qué fácil resulta la tarea de quien tiene que escribir cuando se encuentra frente a un artista cuyo hacer no necesita defensa ni sostén más allá del peso específico de la obra: por calidad, criterio compositivo y coherencia conceptual. Fernando O’Connor trabaja incansablemente sin rumbo aparente –o al menos eso cree él-, sin tema ni “previa” a la instancia de enfrentarse a las telas en blanco y empezar a acariciarlas con espátulas, pinceles, lijas y cuanto elemento crea necesario para intervenir en pro de conseguir la factura deseada, la cual se va materializando en el proceso y define su propio punto límite. La obra pide cuándo hay que parar, siempre.

Amigo entrañable de la figuración humana, Fernando ha transitado todos los caminos posibles hasta dar con un tipo de discurso plástico que fuese el indicado para expresarse de manera honesta. Y esto tiene que ver con no apoyarse en la zona de confort de saberse un virtuoso del realismo, con el manejo de una técnica cuyo acabado perfecto y exquisitez de la pincelada invisible es capaz de desafiar el ojo de cualquier espectador frente a sus pinturas cuasi fotográficas. Por elección y convicción, el artista se desmarca de ese lugar para dar a sus obras un correlato con su pulsión y necesidad expresiva y no con la realidad inmediata que lo rodea. En sus obras reconocemos todo lo que vemos pero la materia es la protagonista, emergiendo en un trazo a veces cargado y otros apenas insinuado y hasta borrado a la fuerza, violentando la relación entre el óleo y la tela para dejar un rastro de su paso. Otras veces es la economía de recursos la que toma la posta y cuando la necesidad de vacío es imperante, el óleo se llama a silencio y apenas participa con una pincelada elegante dejando ver el soporte y oficiando como un elemento constitutivo más de la obra.

La obra que reúne en esta propuesta Mundo Nuevo Gallery Art, es una suerte de síntesis del presente en la vida de Fernando O’Connor donde goza de la libertad creativa necesaria para poder poner en obra aquello que por mucho tiempo estuvo acallado. Un trabajo cuyo hilo conductor gravita en torno a la posibilidad de contar una historia que tiene que ver con el hacer del artista, con el oficio, usando a los personajes retratados como excusa, ubicados en lugares relajados, fantásticos, abstractos, misteriosos, imposibles. Espacios desde donde estas figuras se recortan con sus movimientos contorsionados, rompiendo amarras con un “debe” que suele demandar aquel que mira para encontrar respuestas al dónde, el qué y el porqué. En estas obras de gran formato se plantea un juego figura-fondo nada inocente porque el artista se propone debates inherentes a problemas propios de la paleta y las texturas. Como si fuera poco, estos cuestionamientos se hacen extensivos y replican en otras obras: hay pequeñas piezas que ofician de “bocetos” y terminan siendo el eco de una versión a escala monumental -si lo pensamos comparativamente-. Otros trabajos tienen, por ejemplo, un planteo cromático afín aun cuando las obras parecieran no estar relacionadas y sin embargo todo lo vincula de alguna forma, así como una suerte de guiño que se hacen entre las distintas piezas.

Hay algo a destacar que no pasa desapercibido para ninguna mirada inteligente: este corpus de obras remite a un entorno personal. Las alusiones a famosos pintores como pueden ser Freud, Bacon, Auerbach o Kitaj, los retratos familiares, todo refiere indefectiblemente a las relaciones que constituyen a quien opera detrás de la obra. Y si bien en un punto pareciera que el trabajo de todos los artistas es siempre autorreferencial en determinada instancia, aquí es evidente porque lo que amalgama el conjunto es la vibración de un artista que se siente representado con lo que pinta, a gusto con el formato elegido para que las obras se expresen solas y donde puede darse el lujo de plantear lo inconexo para luego conectarlo desde un lugar tan sutil como personal. Ese lugar tan personal y profundo que muchas veces ni él mismo sabe a qué responde. Un lugar más maravilloso al que puede arribar una obra, donde el lenguaje se detiene porque no se puede decir con palabras aquello que no está escrito con palabras. En el caso de Fernando O’Connor, su ADN como artista –y me atrevo a decir como persona- está escrito con óleo.

María Carolina Baulo

Licenciada en Artes - Curadora independiente